Estoy pensando cómo van a pasar la Semana Santa tanto desventurado de la tierra que anda rebuscando en los contenedores alimentos para sus hijos. Se me retuercen las entrañas cada vez que me confronto con españoles conocidos o inmigrantes desconocidos, cabizbajos, pensativos desgastando sus raídos bambos por las aceras de mi pueblo en busca de una señal, un indicio de supervivencia.
-¿No conocerá algún sitio donde me necesiten para trabajar? -me dicen algunos.
-Nada, no hay nada, de momento. Lo siento.
Una sonrisa de desesperación, de otro día más sin posibilidad de ganar unos euros para calmar los estómagos de sus tres churumbeles.
Lo siento, sí que lo siento.
La Semana Santa es para muchos desgraciados caídos en la tortura del paro una eterna semana, un eterno mes, años eternos de miseria, de sinvivir. Y no hay quien arregle esta malvada situación.
lunes, 29 de marzo de 2010
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